Me subo a una loma de agropiros. Desde acá puedo mirar todo y entender. Veo los canales de riego como un mapamundi. Hay cosas que me cuesta descifrar, hay cosas que tienen un color familiar. Cuando éramos más chicos, veníamos acá porque el lugar acompañaba. Ahora somos nosotros, el complemento de algo. Nos vinimos y dejamos toda la casa encendida. La pava hirviendo y las tazas al borde de la mesada.

De repente me acuerdo, pero no me importa. Qué explote todo, pienso.

De las veces que vinimos solos, nunca te sentaste del lado del pasto. Te quedás parado y gesticulás. Me distraigo con el paisaje y es como escuchar música. Mientas tanto tu boca se mueve pero no escucho las palabras, solo bla, bla, bla.

Vuelvo a pensar que desde acá puedo entender toda la poesía. No me hacen falta los libros, ni las anotaciones. Tampoco quiero tu tecnología ni tu forma de agrarrar las tazas con ese puño arremangado.

Me gusta mirar como la tierra se levanta del suelo con un viento suave. Un poeta dice que los yuyos se peinan. Yo pienso que este campito nos despeina y a la vez nos une.

Todo lo que te separa un momento, después te hace acercar. Nos abrazamos. Vos me hablás pero yo solamente escucho las hojas de los árboles. Tu boca dice bla.

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