Tracklist para el canal de la feria


Creo que fue mi papá el que me enseñó las bondades del canal.
Primero fue el agua: los tonos verdosos y las plantas que la subyacen, cierto sonido extraño, no sé. De ahí en más nunca pude darle vuelta la cara a una planta, a una rama, y al canal.
Cuando el viento corre, suenan los eucaliptos, las cadenas de las mangas y los pájaros del alambrado. Cuando llueve, apenas un sonido bajo, difícil de escuchar.
Fuimos siempre los sábados a la tarde. Éramos chicos y todavía se veía la exuberancia de la actividad ganadera. Los ochenta fueron la mirada de los vestigios de la exuberancia. También ahí. También ahora.

Un día Fede usó el canal para entrenar. Nadaba los sábados de sol, aunque fuera invierno. En el pueblo no hay pileta climatizada y esa, era la única manera que encontraba para entrenar y poder hacer algo en los torneos bonaerenses. Tenía 16 años y se puso un traje de neoprene con patas de rana. Como un nene que cree oir todo el sonido del océano en un caracol, pudo escuchar el sonido de botellas rompiéndose contra la orilla y los gritos de los chicos que se bañan en el verano, riendo mientras esperan abajo del puente la pasada del tren.

Fede levanta los vestigios y los acomoda seriados, en la construcción de porland que dice 1969. Botellas, frascos, una ojota, ramitas, bosta de vaca. Como un buzo marino en un canal rural. Un canal de un circuito de canales. Un mapamundi de agua del río colorado.





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