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Bolivianos no atiendo.
Decía un comerciante del pueblo hace años, cuando los primeros, eran apenas un asomo de lo que vino después. Aún no se si la frase le fue atribuida por ese exceso mitificador pueblerino, o si existió realmente. Mucho, y muchas de esas frases aprendimos en la infancia; recordando la entonación de algún vecino conocido, o el padre del abuelo de. Pero ésta supuestamente fue dicha: `bolivianos no atiendo` con esa contundencia de quien asume, para siempre, una categoría.
En los noventa fui a la escuela secundaria. Me tocó la única división correspondiente a nuestro año que existía en el pueblo; en la que cursaba con algunos amigos que aún mantengo. En 1995 una única división egresaba del colegio y no había ningún compañero nuestro que fuese boliviano, o hijo de bolivianos. Los pocos que había, todavía no tenían hijos con la suficiente edad para ir a la secundaria, aunque, con los años supe; muchos bolivianos que ahora tienen mi edad ya vivían acá pero en el campo y la posibilidad de la escuela ni ahí que se pensaba.
Mil novecientos noventa y cinco fue uno de los mejores años que se recuerdan para el cultivo, cosecha, empaque y exportación de cebolla. Un (aún mítico?) precio de treinta dólares la bolsa, transformaba en casi Canaán al pueblo, tanto para los insipientes empacadores brasileros –con un mercosur recién estrenado-, para los entusiasmados productores locales y por supuesto, para los trabajadores golondrinas de ese momento. Nosotros terminábamos el colegio. Juntábamos la plata del viaje de egresados en un boliche de La Salada, al que íbamos cada sábado con una constancia sacra. No hablábamos de la cebolla. No hablábamos de los bolivianos. Apenas si habíamos percibido la reciente inmigración con algún brasilero rubiecito que advertíamos con gusto desde el grupo adolescente.
Diez años más tarde empecé a trabajar en el barrio la primavera. Ahí viven ahora los casi dos mil habitantes más, que engrosaron la categoría de pueblito por la de pueblo en crecimiento. La primavera, en rigor, no fue el nombre original del barrio. Se llamó, desde siempre, el barrio Matadero, porque ahí funcionó el viejo matadero municipal. El Matadero era el territorio de los paraguayos, los chilenos y la `mano de obra` recién llegada a la actividad agrícola o semi industrial. Cuando era chica, mi abuelo y yo, íbamos en su camioneta al barrio Matadero a buscar a la gente que trabajaba para él en su aserradero. Mi abuelo, que había sido trabajador golondrina, cumplió su sueño de fundar familia y aserradero. De dejar de ser cabecita y adquirir derechos de comerciante, de ciudadano. Hacía los cajones para los tomates, los ajos y los morrones de la zona y algunos otros que enviaba al valle por el ferrocarril. De una mañana tengo imágenes borrosas en la cabeza. Si busco esas imágenes solo veo manchas, grises, beige, como de tierra. Solo veo pedazos de casas de chapa de cartón, algunos árboles o tamariscos. El suelo arenoso, lo blanco brillante de su camioneta. Ese día que fuimos yo tenía creo, cinco años y era el día siguiente de la enramada. La gente dormía después de la fiesta. Me acuerdo que los habíamos ido a buscar para hacer unos trabajos. Algo importante, que no podía esperar. Me compró chocolates antes de cruzar la vía, y me dijo que nosotros; no vivíamos así en esas casitas, en esa intemperie, gracias a Perón.

2 comentarios:

Ana Miravalles dijo...

Tan cercano, Caro, esto que contás acá es una parte de la historia de mi familia y de la familia Mamani que desde hace veinte años en la chacra de mi abuelo y luego de mis padres en Ascasubi, y la cebolla, y los brasileros que venian con los camiones, y el aserradero (que no era el de tu abuelo, era otro), y despues el ajo y el descolado... ahora en estos días dolorosos en que con mi hermana tenemos revolver cosas y papeles y situaciones de la familia me impresiona y me emociona y me inquieta leer todo esto que vos observás con tanta atención y sutileza. Gracias. Besos de nuevo

Caro Pellejero dijo...

Ana, gracias de nuevo. después te escribo un mail, así te voy a ver algún día -o te venís vos- un bes grande!